Las conchas utilizadas habitualmente en la elaboración de las joyas originales con conchas marinas son las de los moluscos gasterópodos, univivalvos, que en ocasiones se recolectan vivos, y que luego de un proceso de preparación y limpieza quedan listos para usar (Gibbula magus, sobre todo para las piezas de nácar).
Alguna concha, como la de los podres y los amarillos, se recogen frecuentemente estando vivos también. Para trabajar con ellos tienen que ser preparados hirviéndolos a altas temperaturas y luego se le retira el interior del molusco. Otras conchas muy utilizadas son las de los moluscos vibalvos.
En el Grove han sido varias las playas en las que las mujeres solían ir en busca del “Cunchallo”, mezcla de arena y conchas, que luego era escogido en casa. En los arenales peninsulares orientados al norte y al oeste, desde la zona de Porto de Meloso hasta Con Negro, fuero especialmente utilizados como lugares de batida, siendo cada una de las playas proveedoras de distintos tipos de concha. los marineros colaboraban con las mujeres llevándolas al archipiélago de Salvara, en donde llenaban sacos de “Cunchallo” de las playas de Areoso, Rúa, A vienta…. Pero algunas iban más allá y llegaban a lugares alejados, por carreteras complicadas en la década de 1940, como cuenta en sus memorias Manuel Gondar Prol, según el siguiente relato de su nieta:
“al cabo de dos años, comenzaron a ir hasta Finistera y el monte Pindo, a conseguir conhas para hacer collares. Iban tres mujeres en taxi y recogían “Cunchallo” , una mezcla de conchas y arena, los metían en sacos y luego volvían al Grove. Era un trabajo duro porque cuando era en invierno era el momento de ir a recoger las conchas, ya que el mar estaba embravecido y era cuando arrojaba gran cantidad de conchas a la tierra. Solían esta todo el día y llevaban la comida de casa para luego regresar de noche. Las conchas, que venían llegas de área, las estiraban al sol para que secasen. Luego había que privarlas para secar la arena de las conchas. El siguiente paso era clasificarlas (Amarillos, tuturutas, podres, margaritas, minchas, cornos, sedas, morados) Luego vendía las conchas que recolectaba a otras Coladeras que le daban alimentos a cambio de su trabajo.”
En cualquier caso, una vez obtenida la selección de conchas, separadas por variedades , tamaños y colores, comenzaba la laboriosa y artesana labor de agujerear y combinar colores de diferentes conchas para componer los diseños que tenían en su cabeza.
La presión del punzón en cada concha tenía que ser realizada con mucho cuidado, procurando que se produjese en las vetas o en los lugares más adecuados, para evitar que ser rompiesen las conchas al perforarlas.
Aún así, las conchas que se rompían no eran rechazadas, existen preciosas piezas de artesanía partiendo de los minúsculos trozos de conchas rotas.
Las niñas y niños tenían que ayudarse con la barbilla para empujar a mano el punzón para que la fuerza fuera la justa y que al mismo tiempo fuese eficaz sin romper la conchas. Las mujeres con la experiencia eran capaces de calcularlo directamente con la mano con gran destreza.
En las cocinas cuando era invierno o en la puerta de las casas cuando salía el sol, las mujeres se sentaban con una mesa pequeña delante, cogía hilo y aguja, y se ponían a confeccionar los diseños de los collares. Para rematar las piezas usaban un broche metálico, o un cierre o ramo a cada collar.
Aun hoy en día se pueden ver en ciertas zonas del Grove a las más ancianas en las puertas de sus casas armando piezas como modo de entretenimiento.